Reanimación

Cristaloides, cirugía de control de daños y sindrome compartimental abdominal: una relación conflictiva…

Cristaloides, cirugía de control de daños y sindrome compartimental abdominal: una relación conflictiva…

Esta revisión publicada en la edición de febrero del Journal of Trauma and Acute Care Surgery analiza qué ha ocurrido en los últimos años con el uso de cristaloides y cirugía de control de daños en el trauma, relacionándolo con una de sus peores consecuencias: el sindrome compartimental abdominal

El sindrome compartimental abdominal se define como un aumento de la presión intraabdominal (mayor a 20 mmHg) que produce falla en algún sistema (cardiovascular, renal, respiratorio, etc.). Es una condición extremadamente grave, cuyo tratamiento recomendado es la laparotomía descompresiva (apertura quirúrgica del abdomen) que logra una rápida disminución de la presión intraabdominal y mejoría en la función de los diferentes órganos. Se recomienda también utilizar una cirugía denominada «de control de daños», que consiste en un procedimiento breve con el objetivo de controlar hemorragias y contaminación, pero sin reconstituir la anatomía normal.

Los autores de este estudio plantean la hipótesis de que la reducción en el uso de cristaloides y el uso de laparotomía de control de daños se asocia a menores tasas de sindrome compartimental abdominal en pacientes traumatizados.

Revisaron a todos los pacientes sometidos a laparotomía por trauma en un centro de trauma durante 6 años (2006-2011). Definieron laparotomía de control de daños como una cirugía donde la fascia no quedó cerrada en la cirugía inicial y definiceron sindrome compartimental abdominal como elevación de la presión intraabdominal asociada a falla de órganos.

Incluyeron a 799 pacientes. Los resultados principales fueron:

  • Una reducción en la tasa de laparotomía de control de daños (39% en 2006 versus 8% en 2011; p < 0.001).
  • Una reducción en el uso promedio de cristaloides por paciente (12,8 litros en 2006 versus 6,6 litros en 2011; p < 0.001).
  • Una reducción en la tasa de sindrome compartimental abdominal (7,4% en 2006 versus 0% en 2011; p < 0.001).
  • Una reducción en la mortalidad (22,8% en 2006 versus 10,6% en 2011; p < 0.001).
  • No encontraron cambios en la severidad del trauma ni en el uso de transfusiones durante el periodo.
  • Al realizar el análisis multivariable, la administración de cristaloides fue el único factor asociado con el desarrollo de sindrome compartimental abdominal.

Los autores concluyen que la reducción en el uso de cristaloides y laparotomía de control de daños se asoció a una virtual eliminación de los casos de sindrome compartimental abdominal. El sindrome compartimental abdominal es una complicación poco frecuente en la era de la reanimación de control de daños y puede haber sido iatrogénica.

Comentarios

Ya hemos comentado que la reducción en el uso de cristaloides parce reducir las complicaciones y mortalidad en el trauma (salvo cuando el paciente esté hipotenso o en PCR). Este estudio reafirma ese concepto, al mostrar que el mayor uso de cristaloides se asocia a sindrome compartimental abdominal.

La relación entre menos laparotomía de control de daños y menos sindrome compartimental abdominal nos coloca (nuevamente) en la discusión de causa-efecto. Una relación estadística no es una relación causal, aunque a primera vista los autores quieren darlo a entender así: menos lapatoromía produce menos sindrome compartimental abdominal. Según las guías, la laparotomía que deja la fascia abierta se utiliza como tratamiento de la hipertensión intraabdominal con alteraciones fisiológicas (sindrome compartimental abdominal). Por lo tanto, creemos que lo lógico sería pensar que si no hay sindrome compartimental abdominal, no hay necesidad de laparotomía de control de daños (y no al revés).

Lo anterior es reafirmado por el análisis multivariable, donde el uso excesivo de critaloides fue identificado como el único factor de riesgo para desarrollar sindrome compartimental abdominal.

Fuente

J Trauma Acute Care Surg. 2014 Feb;76(2):457-61