El desarrollo de unidades de paciente crítico altamente especializadas ha obligado a movilizar pacientes críticos, sean estos inestables o estables. En muchas ocasiones, las largas distancias obligan a realizar estos traslados por vía aérea. Resumimos una revisión publicada en Trends in Anaesthesia and Critical Care sobre la evacuación aeromédica de pacientes críticos.
Todos los traslados aumentan la morbilidad y mortalidad, sin embargo los traslados aeromédicos son particularmente complejos y peligrosos. Las principales diferencias derivan de la altitud: diminución de la presión parcial de oxígeno (Ley de Dalton) y aumento del volumen de gases dentro de cavidades (Ley de Boyle). La temperatura disminuye 2º cada 300 metros y la presión parcial también disminuye. Los tipos de transporte son:
- Ala fija (avión): recorren mayores distancias, son más rápidos, permiten volar en condiciones climáticas adversas y emiten menos ruido. El paciente recibe importantes fuerzas durante el despegue y aterrizaje; esto puede causar disminución del retorno venoso y/o hipertensión endocraneana. La presión de la cabina es variable según el modelo del avión. Necesita una ambulancia en tierra para el traslado hacia y desde el avión.
- Ala rotatoria (helicóptero): más versátiles y tienen la posibilidad de aterrizar en el mismo hospital. Son más caros y difíciles de implementar para el traslado de pacientes.
La eficacia de las diferentes modalidades de transporte se puede dividir por las distancias involucradas:
- Distancias cortas: no hay beneficio del traslado aeromédico.
- Distancias intermedias: una aeronave de ala rotatoria puede beneficiar a los pacientes que requieren cuidados críticos avanzados más rápido que el tiempo necesario para llevarlos al hospital por otros medios.
- Distancias mayores: siempre habrá un beneficio en términos de tiempo al trasladar al paciente en una aeronave de ala rotatoria.
- Largas distancias: las aeronaves de ala fija son la mejor opción.
El personal médico debe tener las competencias para mantener (o idealmente mejorar) el estado del paciente durante el vuelo. Se ha demostrado que personal joven y sin experiencia aumenta la morbimortalidad de los pacientes durante el traslado. El equipo debería ser similar al que recibirá al paciente, liderados por un médico especialista en reanimación para los pacientes inestables. Los pacientes estables podrían ser trasladados por personal no médico adecuadamente entrenado. Se puede incluir a personal adicional según el caso (perfusionista, cirujano, etc.).
El equipamiento médico debe ser adecuado para el espacio reducido y estar adecuadamente asegurado a la aeronave. En lo posible se debe utilizar equipos portátiles que se puedan utilizar fuera de la aeronave. Las baterías deben ser fácilmente cambiables y no internas. La mayoría de los oxímetros de pulso y medidores de presión no invasivos no son útiles durante el vuelo. Se recomienda medir presión arterial invasiva y cubrir el oxímetro de pulso.
Los pacientes que requieren altas fracciones inspiradas de oxígeno en tierra requerirán manejo más agresivo durante el vuelo, debido a una menor presión parcial de oxígeno ambiental. La ventilación mecánica no invasiva es poco practicable, debido al gran consumo de gases. Se debe evitar manejar la vía aérea durante el vuelo, programándola antes de comenzar el vuelo si se estima que será necesario. Se debe ventilar al paciente con ventiladores mecánicos y no manualmente, para mantener volúmenes adecuados («ventilación protectora») y una presión parcial de dióxido de carbono estable. Los ventiladores neumáticos pueden aumentar su volumen corriente al volar a mayor altitud, por lo que se debe monitorizar los cambios en vuelo.
La expansión de gases encerrados en cavidades (neumotórax, neumoencéfalo y aire intraocular) en la medida que se aumenta la altitud puede tener consecuencias desastrosas. Los pacientes con neumotórax pequeños y patología cardiorrespiratoria tienen riesgo de descompensarse en vuelo; se debe evaluar la necesidad de instalar un drenaje pleural antes del vuelo. Si el paciente tiene un drenaje pleural, éste debe ir conectado a una válvula unidireccional (como la válvula de Heimlich); los sistemas de drenaje con líquidos deben evitarse.
Existe gran temor por el traslado de pacientes con neumoencéfalo, por el riesgo de herniación y/o isquemia. Sin embargo, una serie de 21 pacientes aerotransportados con neumoencéfalo no encontró complicaciones neurológicas, por lo que sólo se debe considerar sólo una contraindicación relativa. El aire intraocular y las lesiones penetrantes oculares también tienen el riesgo de complicarse durante el vuelo. Quizás lo más recomendable para pacientes con neumoencéfalo o aire intraocular sea analizar el riesgo-beneficio del vuelo y, si se decide volar, hacerlo presurizando la cabina a baja altitud.
Ocasionalmente pacientes que sufren enfermedad por descompresión deben ser trasladados a cámaras hiperbáricas por vía aérea. Esto plantea el problema del agravamiento de la enfermedad al aumentar en altitud. Sin embargo, una revisión encontró seguro transportar a estos paciente bajo los 500 pies. Estos viajes se pueden realizar de manera segura presurizando la cabina a baja altitud o volando a baja altitud (sobre el mar por ejemplo).
Conclusiones:
- Las principales características del traslado aeromédico derivan la altitud: menor presión parcial de oxigeno y expansión de gases encerrados.
- Es importante conocer la diferencia entre aparatos de ala fija y de ala rotatoria, para comprender cuándo se recomienda el uso de una u otra.
- El personal médico debe ser de una preparación similar a la que recibirá al paciente.
- Se debe evitar aplicar ventilación mecánica no invasiva y manejar la vía aérea durante el vuelo.
- La decisión de trasladar a pacientes con gases encerrados en cavidades (neumotórax, neumoencéfalo y aire intraocular) o con enfermedad por descompresión requiere consideraciones especiales para evitar agravamientos durante el vuelo.
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